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La abuela y el dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí
Augusto Monterroso
Siempre recordaré las palabras que un día mi abuela me dijo cuando yo apenas era un niño: «nunca te fíes de los hombres que visten de traje, menos aún si son jóvenes, no les abras si un día llaman a tu puerta, tratarán de venderte pastillas para el dolor, insecticidas para los sueños, te hablarán con palabras elocuentes y te dirán que los dinosaurios no existen, que ya no están».
Sí, recuerdo muy bien aquellas palabras,

Sin aliento

¿Os atreveríais a pasar una noche en un museo egipcio rodeado por sarcófagos y momias?
Este cuento que hoy presento, ha sido escrito por una amiga, Nuria Elisabeth Sánchez Sánchez, y me he ofrecido a publicarlo para darle algo más de difusión, pese a que ya se ha publicado en un libro recopilatorio de cuentos.
Espero que os guste y lo disfrutéis, seguro que a ella le hara ilusión conocer vuestras opiniones. Ahora, tan solo tenéis que abrir la puerta del museo.
puerta de entrada al museo Abu Simbel

Noche de San Valentín

Noche de San Valentín, cena con velas para dos sobre una mesa de madera vestida por un largo mantel malva que roza el suelo escondiendo el fuste central de la mesa y los cuatro pies de madera ya gastada por las pisadas sobre los que se sustenta. Una cálida luz tenue ilumina el orondo cuerpo cristalino y sin talles de dos copas, separadas por un centro de lirios abrazados por siete rosas, bañadas por el tanino de un gran reserva de sabor astringente y color violáceo, pero muy mediterráneo; una elección especial escogida con el mimo y el entusiasmo de quien sabe celebrar los grandes momentos, y esta noche iba a ser uno de ellos, por lo que bien merecía una pequeña concesión veleidosa.

John Coltrane ha muerto

John Coltrane ha muerto

foto de una rosa vista por una lupa
De pie, frente al espejo, se miraba mientras se abrochaba su camisa blanca, era una mirada profunda capaz de traspasar al propio cristal y rebotar contra la pared; una mirada de concentración, pues hoy iba a dar su último concierto. Cuando hubo terminado de abrocharse los puños de la camisa cogió la corbata morada que había dejado sobre el mueble del espejo y se la ató al cuello de forma pausada en un nudo doble Windsor. Todos sus movimientos eran ejecutados con una lánguida lentitud, como un ritual que debía celebrarse de manera precisa, saborear cada instante, cada segundo, hoy iba a ser un día señalado y quería afrontarlo con garantías, siempre desde la elegancia, pues el saxo siempre suena mejor cuando estás bien vestido.

Eres mi hombre, Leonard Cohen

Eres mi hombre

Un pájaro sobre un cable nos observa mientras esperamos el milagro de una rendición, las hermanas de la misericordia cantan su himno ante un futuro incierto y un sacerdote grita Hallelujah. Oh Suzanne, vayamos al Chelsea Hotel cuando la noche caiga, llévate el Mercedes, si así lo deseas, por mi parte, prometo llevar mi famoso chubasquero azul. Susúrrame al oído lo que todo el mundo sabe, si quieres un amante, sabes que soy tu hombre. Toma este vals y llévame a bailar hasta el final del amor, hasta la hora de cierre. Dime que me necesitas, sumérgeme a mil besos de profundidad; o dime que no me necesitas, y abandóname. Sé que no hay cura para el amor, pero esta no es manera de decir adiós, juntos podríamos haber conquistado Manhattan.

Una belleza interior

Hacía tiempo que tenía la prosa aparcada a un lado, este relato es una especie de juego, se escribió para un concurso local entre amigos de una asociación de escritores, lo llamo juego en vez de concurso porque lo importante era pasar un buen rato, probando nuestras habilidades de improvisación. El juego consistía en un relato de trescientas palabras máximo en un límite de tiempo de unos cincuenta minutos, en los que tenías que pasar el texto a limpio, la temática era libre pero debía comenzar con una frase que se diría al inicio de la prueba, aquí la recojo en negritas. Expuestos los hechos, dejo el relato, y después sigo comentando alguna cosita para enriquecer todo más.

Confesiones en un bar

Mis sienes laten con fuerza, esta noche apenas he podido dormir, mi espalda recuerda cada uno de los muelles del maldito colchón y el sueño me quiebra en pedazos. Trato de escribir algo para mantenerme activo, agarro un bolígrafo que acababa de comprar de los chinos y comienzo a vomitar palabras sin conexión aparente sobre un folio garabateado con direcciones y teléfonos, quizás surja la inspiración en alguna palabra.

La primavera de las golondrinas

Sobre el asfalto parecían haber desaparecido para siempre las huellas del crudo invierno, la ciudad comenzaba a despertar de su frío letargo con los ya más que incipientes rayos de sol que bañaban su rostro de hormigón coloreando sus mejillas, y que la dotaban de un aspecto desenfadado y juvenil.

Onanismo y manzanas.

Dos palabras; permitirme ponerme un poco onanista para este segundo post, y es que una de las razones por la que me embarqué en esta aventura fue, es y, espero siga siendo, porque me gusta escribir, contar mis pensamientos, mis reflexiones personales, asomarme a la ventana y gritar eso de estoy más que harto y no pienso seguir soportándolo,

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