John Coltrane ha muerto

John Coltrane ha muerto

foto de una rosa vista por una lupa
De pie, frente al espejo, se miraba mientras se abrochaba su camisa blanca, era una mirada profunda capaz de traspasar al propio cristal y rebotar contra la pared; una mirada de concentración, pues hoy iba a dar su último concierto. Cuando hubo terminado de abrocharse los puños de la camisa cogió la corbata morada que había dejado sobre el mueble del espejo y se la ató al cuello de forma pausada en un nudo doble Windsor. Todos sus movimientos eran ejecutados con una lánguida lentitud, como un ritual que debía celebrarse de manera precisa, saborear cada instante, cada segundo, hoy iba a ser un día señalado y quería afrontarlo con garantías, siempre desde la elegancia, pues el saxo siempre suena mejor cuando estás bien vestido.
Puede que fuese un pensamiento absurdo, pero para él, su saxo era un ser vivo, un ente que respira, un alma que siente lo que sucede a su alrededor. John, como así llamaba a su saxo tenor, descansaba en el interior de su estuche, sobre un forrado de terciopelo granate, junto a la única silla que había en la habitación, justo bajo de la ventana, esperando que llegase el momento en el cual los cierres del estuche se abriesen y la luz inundase su cuerpo. Él se enfundó en su entallada americana negra que siempre gustaba vestir en los conciertos. Esa chaqueta era el regalo de una antigua novia, “un músico siempre tiene que ir elegante”, solía decir ella. Siempre decía que quería ser diseñadora y ése fue su regalo más personal, una chaqueta a medida, su primer diseño, su declaración de amor antes de abandonarlo, antes de que el caos irrumpiera con fuerza en sus vidas y se convirtiera en inseparable amante. Pero de eso ya hacía mucho tiempo, puede que hubiera pasado un año, o quizás dos, quién sabe, puede que más, para él, aquella relación era poco más que un recuerdo difuso remanente en la memoria, un recuerdo que seguía vivo gracias a la americana, el único hilo que lo unía a un pasado feliz, antes de que todo se jodiera.
Una vez vestido se perfumó, con lentitud y firmeza se acercó al estuche donde descansaba su gran amigo John, lo miró durante unos instantes, reflexivo, antes de abrir los cierres dorados que lo protegían. Con movimiento litúrgico, sin abandonar el ritual, levantó las hebillas dejando al descubierto el terciopelo granate que adornaba el interior del estuche sobre el cual se recostaba John, desmontado, dispuesto a ser ensamblado y comenzar la diversión.
John sentía la suavidad del fieltro acariciando su cuerpo, sus llaves, como se introducía el paño por sus cavidades, sabía que después luciría un aspecto reluciente, y eso le gustaba. Su amigo siempre cuidaba de él, era muy metódico respecto a su higiene, siempre quería verlo brillar, y él se lo agradecía sacando su mejor sonido. Cuando hubo terminado de limpiar a John, fue hasta la silla situada debajo de la ventana y se agachó para dejar el paño de fieltro debidamente plegado en el interior del estuche. Se levantó despacio, sus rodillas ya no cargaban bien el propio cuerpo castigado por años y excesos, y bajó la persiana de la ventana, la que era la única ventana existente en el cuarto, la bajó hasta que la habitación quedó en una sugerente penumbra de lúgubres siluetas.
Con paso lento se dirigió al centro, evitando tropezar en la oscuridad del cuarto, y allí, en medio de la habitación, se quedó plantado, sujetó a John con sus dos manos, colocando sus huesudos dedos sobre las llaves, y se lo acercó a su boca, pronto su lengua comenzó a acariciar la propia lengua de John, respiró profundo y comenzó a soplar. John le respondió emitiendo un sonido cálido, perfectamente afinado, como así se exige en los manuales del jazz. Sus dedos apretaban las llaves que dejaban salir el aíre que producía el sonido, las escalas ascendían y descendían con vertiginosa rapidez propia de una excelente técnica, de la raíz a la dominante, la subdominante después, improvisación modal. Con los ojos cerrados podía sentir la música cabalgando por su sangre, entraba en un periodo de trance, de éxtasis, para él, tocar el saxofón era equiparable a hacer el amor con una mujer, acariciar sus pechos firmes con ambas manos, presionando fuerte con los dedos, pero sin excesos, en movimientos rotatorios, abriendo la mano para volver a cerrarla, agarrando de nuevo la carne prieta, deslizándose por sus curvas, jugando con la lengua sobre el pezón que corona cada cima de sus senos, sentir su saliva mezclarse con la tuya, descubriendo sabores de un universo atávico que ningún cocinero alcanzará jamás a encerrar en sus fogones. Así, ir explorando todas las posibilidades que el cuerpo femenino puede llegar a ofrecer, dejándose arrastrar por el placer de sentirlo cerca, de oírlo, de olerlo, de saborearlo, no había nada mejor que tocar el saxo después de haber hecho el amor con una mujer, tocar para ella mientras te mira desnuda, incluso jadeante, levemente envuelta en las sábanas de una cama desecha por la excitación y el deseo. Pero esta vez no había ninguna mujer, sólo él y John en una oscura habitación en la que apenas se distinguían unas cuantas siluetas.
Un ruido seco acompañó a los últimos sonidos emitidos por John, instantes después las paredes ahogaron las últimas reflexiones y la habitación quedó sumida en un nebuloso silencio de muerte. John estaba apoyado sobre el pecho de su amigo que yacía tirado en el suelo, inmóvil, inerte, sus manos habían dejado de sujetarlo. Justo al lado, una pequeña mesa servía de complemento al sofá chéster de tres plazas que utilizaba para descansar, para relajarse y olvidarse del mundo, sofá que había conocido a varias amantes, prostitutas, groupies, y quién sabe, puede que hasta hubiera pasado por allí alguna chica decente. Sobre la mesa un vaso de whisky había sido llenado un par de veces antes de que John despertase, los peces de hielo apenas eran ya unos renacuajos diminutos que nadaban en el dedo de agua manchada de malta, la botella se elevaba casi llena sobre la mesa, complementándose con un cenicero que albergaba varias colillas consumidas sobre restos de ceniza. A su lado, una jeringuilla con la aguja manchada de sangre descansaba encima de un trozo de papel de plata, sobre el cual aún se apreciaban algunos restos de polvo blanco.
John permanecía en silencio, la habitación entera permanecía en silencio, mientras, la penumbra seguía reinando. Hoy había sido la última vez en la que John y su amigo tocarían juntos, su último ensayo, su último concierto, sin luces, sin público, sin fotos, tan sólo la frialdad del vacío y de la absurda nada. Ninguna nueva página volverá a ser escrita a partir de esta noche, ninguna puta velará su cuerpo, tan solo quedarán unas cuantas necrológicas en los periódicos y revistas especializadas, el recuerdo en las mentes de algunos locos jazzeros que, quizás, nunca vuelvan a escuchar la pulcra calidez de John sobre un escenario.
Fuera, la noche de lobos hambrientos aguarda en una esquina, el sol se va diluyendo entre los edificios de la ciudad, y en la calle, posado sobre el alfeizar de la única ventana del cuarto, fijando su mirada en la persiana tras el cristal, como si pudiera ver a través de ella, un pájaro blanco de esbelto plumaje derrama una lágrima y emprende el vuelo.

2 comentarios:

  1. No he podido evitarlo y he tenido que ponerme a Coltrane, My favorite things, aunque el saxo es soprano en éste (no se reconocerlos de oído, pero lo he visto por ahí). Me ha encantado la descripción de la música (a la vera de mi propia ignorancia acerca de todo cuanto a leer una partitura se refiere), le ha dado un toque al texto. El suicidio y la tristeza del artista cayendo en un vacío solitario. Debe ser un lujo curioso elegir una forma tranquila de morir… al mismo tiempo debe ser terrible encontrarse en una situación tan desalentadora. Las preguntas acerca del significado de la vida se mantienen al margen del texto, rodeándolo por los cuatro costados pero sin llegar a tocarlo. Un relato jazz.
    ¡Un abrazo, Poeta Borracho! ^_^

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  2. Es un honor escuchar eso, ¿no te has puesto Sonrisas y lágrimas para bailar también con la familia Trap y hacer la experiencia más completa :-))
    Tampoco te creas que yo controlo mucho de oído, alguna vez he intentado comprender que hacía diferente Coltrane pero me he quedado peor que al principio, creo que es algo de tocar notas que no corresponden a tales o cuales escalas, o tocar escalas diferentes, o rollos así, pero poco más, y no descartes que haya alguna gamba.
    En cualquier caso quería homenajear al saxo, dotarlo de vida, y que el instrumento fuera el protagonista. Pensar en músicos que nombran a sus guitarras, eso es darles un grado más de afecto, ya no son meros objetos inanimados o herramientas, ahora tienen nombre.
    Saludos igualmente, nos vemos en los clubs.

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