Jon Juaristi, el poeta euskaldún.

fotografía de Jon Juaristi
Jon Juaristi, Bilbao 1951, es un poeta vasco que si bien es muy conocido y reconocido entre los grandes aficionados a la poesía, quizá no sea el poeta más popular de todos dentro de los aficionados normalitos como servidor.
El estilo de Jon Juaristi lo podemos enmarcar dentro de esa etiqueta tan absurda como es la de la poesía de la experiencia, en la que destaca la figura de Luis García Montero, de quién ya hablamos hace poco y que puedes revisar en este enlace: Decdicatoria, canciones de L. G. Montero. Y es por esta etiqueta que hago mención a la popularidad, sin ánimos de comparar a Juaristi con Montero, grandes amigos pero estilos diferentes, aunque ambos hablen de sus experiencias y a ambos se les meta bajo un mismo paraguas.
El verso de Jon Juaristi está cargado de veneno y de ironía en sus miradas hacia un pasado en una "tierra de bárbaros", de la que suele hablar con nostalgia, amor, y resentimiento por un trato injusto y por la estupidez y cerrazón mental de mucha de su gente, incluyendo a su propio padre; la parte irónica o sarcástica la podemos encontrar en poemas como "La casada infiel", donde mantiene el filo de su verbo aportándole buenas dosis de humor. Hablamos también de Vinogrado, su Bilbao natal; hablamos de poblaciones pequeñas, muy cerradas y herméticas que rechazan cualquier elemento ajeno a ellas considerándolo una amenaza a sus ritos y tradiciones; hablamos de Ikastolas, del Opus, de Franco, del nacionalismo y del euskera; y como no, de ETA, organización por la que paso en su adolescencia, allá por 1969, pero que pronto abandonó, como gran parte de su generación, que también pasó por allí, cuando se dieron cuenta de que la lucha debía ser contra Franco, y no una defensa del nacionalismo
Fui nacionalista en los sesenta, izquierdista en los setenta, socialdemócrata en los ochenta y escéptico en los noventa.
Aprendió euskera por su propia cuenta a los once años, y aunque comenzó a escribir en esa lengua, pronto la dejó para pasarse al castellano, su lengua materna.
Jon Juaristi siempre ha estado muy comprometido politicamente y ha criticado duramente la radicalización de ETA y el aldeanismo de sus integrantes y asociados, llegando a crear el Foro de Ermua; se convirtió al judaismo como acto simbólico que representa una carencia religiosa, un rechazo al dogmatismo y a la idolatría, lo que, como no podía ser de otra forma, le granjeó numerosas críticas dentro del sector nacionalista. Sus tres grandes pilares literarios son: Unamuno, Blas de Otero, y Gabriel Aresti.

Spoon river, Euskadi

¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes,
y por qué hemos matado tan estúpidamente?
Nuestros padres mintieron: eso es todo.
Este poema, quizá sea el más citado de Juaristi, perteneciente a su segundo libro El arte de marear, y que en apenas dos líneas rinde cuentas con gran parte de su pasado, pero lo mejor es la lúcida crítica que resulta extrapolable a otros terrenos en los que nos vemos obligados a convivir como es el terrorismo, ellos también son engañados, quizás no por los padres, o quizá sí; quizá sus padres sean las páginas de internet, los grandes predicadores capaces de embaucar con dialécticas deletéreas, seductoras y retorcidas; sin embargo, no importa quién mienta mientras la mentira permanezca.
Este minibiografía es fundamental para apreciar el estilo de este poeta, para entender mejor sus poemas, pues están repletos de referencias a la historia y a la sociedad del País Vasco de aquellos años.
Esta es una selección muy personal y que arrancamos con "Ayer", pues con este poema empezó todo, fue el elegido por el equipo docente para un examen de Estilística; como apunté al principio, desconocía el poema y al autor, y el tener que diseccionarlo para desentrañar sus secretos, hizo que luego quisiera indagar más sobre Jon Juaristi y adquiriera una selección completa de su obra poética en la biblioteca municipal. Por tal razón he querido crear esta selección y compartirla.
También podéis recordar a Idea Vilariño y a Jorge Teillier, otros dos grandes poetas no tan conocidos en España, sobre todo Teillier.

Ayer

A juan Aranzadi.
Odio estos burgos fríos del norte en que demora
Su partida el invierno:
plazas enjalbegadas por la nieve
y un letargo levítico bajo el sol macilento.

Viento estepario sopla en sus cantones.
Desde torres tristísimas ruedan las horas, pero
un solo instante llena la clepsidra
y es vano el vano resbalar del tiempo.
Sus bibliotecas públicas conservan
primeras ediciones de El Criterio.
Retratos de Aparisi, Nocedal, Manterola,
Cuelgan en las paredes de sus ayuntamientos.

Tiendas agazapadas en sobrios soportales
Venden devocionarios, añalejos,
cordones de San Blas, escapularios,
rosarios aromados al humo del sahumerio.

Y cuando cae la tarde, rebaños de canónigos
dejan las catedrales, y en un hosco silencio
se dispersan por calles angostas. Sacristanes
de caderas nefandas cierran los presbiterios.

No digáis que fue ayer. ¿Quién cantará victoria?
Mirad bajo la piel de nuestros pueblos,
Allí donde el pasado se hace carne
y es la sustancia del vivir el tedio.

Mirad más dentro aún: la fibra en que dormitan
alcanforadas almas de curas y barberos
soñando un horizonte de boinas escarlata.
Rumor de fronda llega del fondo de su sueño.

Cera votiva en Westminster Abbey

T. S. E.
Al marchitarse la rosa de la memoria
se adueñaron del jardín la ortiga y la cizaña.
Se vino abajo la pared. La verja
se me quedó en las manos, quebradiza,
y se volvió en el pozo fango fétido
el agua fresca y dulce de otros días.
Poeta de la edad de la penuria,
descendió a los infiernos sin Virgilio.
Ceniza, arena,
arena fugitiva entregada a la muerte.
Sobre la fosa,
la rosa ardiente permanezca viva
mientras desgarren zarpas de silencio
la piel lívida del mar de horror. Augur,
sus uñas se adentraron
en la carne vacía de la noche.
Los años pasarán, y hasta mis horas
se agotarán también. Pero habrá tiempo
para escribir palabras con sentido,
palabras que revienten de sentido
en cristal empañado y plata sucia.

La casada infiel

Un día de Aberri Eguna
me puso en un compromiso.

Después vivimos una historia
de amor, maría y luna llena
frente a la playa de Zarauz
que habría matado de envidia
a cualquier arábigo-andaluz.

Yo me la llevé a la playa
la noche de Aberri Eguna,
pero tenía marido
y era de Herri Batasuna.

Me porté como quien soy,
como un euscaldún legítimo,
y para olvidarla pronto
le regalé un prendedor
con un verso, una icurriña, una pluma y una flor,
y un libro de Patri Urkizu
forrado en raso pajizo.

Endecha de Goyo Marticorena

Echalar arriba, palomas de muerte,
en la niebla roja rasgada la red.
Desde Ibardin grazna el gavilán,
plumas ponzoñosas, garras de ónice,
timón de ceniza, pico pedernal,
y las anchas alas esparcid pavesas,
Echalar arriba, palomas sin ojos,
desgarrad la piel de la madrugada,
enviad al mar libación caliente
por los atanores amargos del sueño.
Bebedoras de lágrimas,
mensajeras de la tiniebla última,
habéis roído su corazón
y entregado su carne
al despiadado mar de los vascos,
Echalar arriba, palomas aciagas,
pájaros bermejos por la arisca lluvia,
hoy,
primer día del mes del lobo,
cuando devolvemos el cuerpo de Martico
a la tierra campesina de sus padres.

Gabriel Aresti 1981

Seis años y tu verbo sigue dentro del mío
precisando las voces de este mundo en acecho.
Padre bronco, me diste la tormenta por techo,
la intemperie por muro y por predio el baldío.

Seis años hasta darte mi epitafio tardío,
largamente fraguado en el hondo despecho.
Sobre el erial cernías el vuelo insatisfecho,
gavilán de tiniebla, centinela sombrío.

Me legaste el destino del lobo solitario,
la desazón extrema, la amargura sin tasa
y la acerba certeza de no ser necesario.

Que en el yermo en cenizas no me falte tu brasa.
Que me acosen los perros por guardar tu expoliario.
Que me encuentre la muerte defendiendo tu casa.

Euskadi 1984

Pueblo de redentores por la espada,
Álvarez Emparanza, voz de miel,
Juan San Martín, en nombre de Gabriel
Aresti de memoria denostada,
os pido la palabra. Oíd. No es nada
más que un minuto. No hablaré por él.
Otsalar, Txillardegi, pueblo fiel,
pueblo vasco de lengua envenenada,
Juanito, José Luis, oíd mis vanos
propósitos para esta primavera:
escogeré desde ahora a mis hermanos,
defenderé la casa que yo quiera.
Jamás, sobre esta tierra de cristianos
volveré a hablar en vuestro ingrato euskera.

Bárbara

Vuelvo a leer tus cartas de hace un siglo,
de cuando estaba en el cuartel, ¿recuerdas?,
o en la trena, mi amor, no exactamente
en la Cárcel de Amor, o en las terribles

provincias que he olvidado. Amarillean
los sobres de hilo, corazón. Los sellos
habrán cobrado algún valor. No en vano
oro es el tiempo de la filatelia.

Me hablas de tu fractura de escafoides,
de tu dolor de muelas, de tu perro,
de lo mal que lo pasas en agosto,

de una excursión a Andorra... Poco a poco,
me has vuelto desabrida la nostalgia:
mi dulce bien, no me quisiste nunca.

Elegía del Pazo de Meirás y no me volverás

Lo que la brisa se llevó sin prisa:
las dinastías de bourbons y Parmas;
Monsignore Escrivá de Balaguer;
el Jefe nacional del Movimiento
Nacional cara al sol con la camisa
de tervilor bordada con tus armas,
de las que tú colgaste un rojo ayer
y que ostentaste por pendón sangriento.
Lo que la tempestad desparramara:
hedor de cagarrutas imperiales
del rebaño del Primo de Rivera;
un haz de flechas escarlata (O’Hara)
y el granizo que azota tus cristales.
No volverá a reír la primavera.

Palinodia

No te roce siquiera la piedad
si, al hojear el álbum de guardas desvaídas,
un colegial de floja cazadora,
cuyos ojos presagian el alcohol
de los años inhóspitos que estaban al acecho,
te mira desde el fondo del retrato
como si nunca hubiese roto un plato.

Te engañarás si tomas por finura de espíritu
tal expresión, pues nada había de eso.
Yo lo conocí bien. Poseía tan sólo
una rara panoplia de estrategias mezquinas
para salvar el tipo. Pensaba el muy estúpido
que la de la inocencia
no era mala apariencia.

Pero la prematura rigidez pasa pronto
y además no amortiza el esfuerzo invertido.
Los réditos que rinde son paja dada al viento.
Vas listo si pretendes sacarle otro provecho
que la fama de santo (no es para tanto).
Escapó como pudo, abriendo una tronera,
hacia donde sentía bullir la primavera.

Y, para su desgracia, se dio cuenta a deshora
de que algunos aromas le sentaban fatal
(sobre todo, el de ciertas florecillas del mal).
Anduvo dando tumbos de jardín en jardín,
reprimiendo la náusea, hasta que un día, al fin,
no tuvo más remedio, dada su edad ya crítica,
que meterse en política.

Pero tampoco en ésta le lució mucho el pelo,
pues arreglar el mundo no es tarea al alcance
de quien tiene su casa en permanente ruina.
Pure perte, sa vie. No guardaría ni
un rescoldo de amor de aquellos tiempos
de ilusiones y dulce desvarío.
No te roce siquiera la piedad, hijo mío.

Versos sencillos

Como dicen que mueren los que han amado mucho
J. G. de Biedma
Una tarde apasionada
y tus rizos que disperso
entre los dedos y un verso
tendido sobre la almohada.
Un verso de Jaime GIl
de Biedma...(sí no supiera
-soy de la misma madera-
que es una engañifa vil...)
El verso final, el broche
de Pandémica y celeste
Por los cerros del oeste
viene trotando la noche.
Y tiene el cielo glorioso
colorín de pacharán
colorado, volverán
las oscuras Golondrinas
el Oso y Ricitos de Oro
y el Peter Pan con su coro
de campanillas creativas.
Algo así ha sido lo nuestro
un cuento maravilloso
donde, por hacer el oso,
hice casi de cabestro.
Mueren al cabo las rosas,
terminan también los cuentos
y los bellos sentimientos
son historias peligrosas.
Pero gracias a la cita
de Gil de Biedma, me he
acordado ahora de que
debo hacer otra visita.
Así que dame la ropa
y, por favor, no lloremos.
Un día de estos nos vemos
y me invitas a una copa.
Me voy, la patria me espera
Adiós muñeca, ya sabes:
aquí te dejo las llaves
Guajira Guantanamera

Última lección

Heme aquí, profesor
de letra muerta, padre.
Qué tarde se me ha hecho
para contarte cómo
he muerto tantas veces,
para hablar de hombre a hombre
como tú lo exigías
y como nunca fuera
nuestra conversación
(y no por mí, lo sabes:
erestú quien ponía
murallas desarcasmo
a mi inútil franqueza).
No espero ya que me entiendas
esta última lección:
de ti solo heredé
una ácida tristeza
que corroe y destruye
mis instantes felices
y que me hace saberme
destinado al infierno
(pues dónde se hallaría
sino en mi centro mismo,
allí donde descubro
un amor que agoniza
cercado por un muro
de muerte infranqueable).
No tienes la culpa.
Quizá una savia enferma,
letal, recorre aún
este leño caduco
de nuestra oscura estirpe
de pequeños hidalgos.
He remontado el río,
buscando el hontanar
oculto de mi daño.
Te ofrezco este cuaderno
de viaje. En el registro
los magros resultados
de mi navegación.
Doy fe en el de los pecios
que rescata del fango.
Como trofeos míseros
los adosé al tocón
de nuestro árbol heráldico
(un roble, por supuesto)
sobre el que brilla aún
una estrella de plata.
Recíbelos sin ira.
No te pido que lo hagas
con amor, pues comprendo
que requerirlo es vano
de aquellos como tú
o como yo, que nunca
sabremos prodigarlo.

Última soledad

Para la pintura de Jesús María Lazkano
Tal vez como si nunca hubiera estado allí.
Tal vez como si no se hubiera ido de allí.
Testigo del naufragio, de todos los naufragios.
Miró sobre los días nevascas y aluviones,
Inciertos sinclinales, tal vez como si nunca,
tal vez como si no, cantiles que alcanzaron
la estatura del miedo, la luz aquilatada,
ciudades irreales: la tuya, Vinogrado
de los muelles tendidos al viento del dolor.

Tal vez como si nunca hubiera estado allí,
tal vez como si nunca, tal vez como si siempre,
tal vez como si no, como si dulcemente
muriéramos de pronto en un naufragio gris.
Fábricas erigidas sobre la tierra yerma,
sobre la nieve cándida el fuego convertido,
tal vez como si siempre hubiese sido así,
en aire polvoriento, el aire en agua tersa,
y la ausencia del hombre en tiempo irredimible.

Poética freudiana

Escribe sobre aquello que conoces
pero miente si fuera necesario,
y aunque escribir es viento solitario
desparrama tu voz en muchas voces.

Igual da que te muestres o te emboces,
metido en este oficio de falsario.
Aprende como todo recetario
a distinguir el Goce de los goces.

El Goce [el sufrimiento (la escritura)]
en otra parte está: senda escondida
desde el amor prohibido a la locura.

No hay cicatriz que pueda con tu herida:
cela siempre un tesoro de amargura
la dorada morralla de la vida.

Holograma

En componer mi vida me he esforzado
como si de un poema se tratara:
caen callando sus versos esta clara
madrugada de agosto en Vinogrado.

Las calles que he seguido y evitado,
el amor que me acoge y desampara
han copiado los rasgos de mi cara
en el otro que marcha a mi costado.

He trazado torpísimos renglones
y para enderezarlos he torcido
la vida que escribí con tanto empeño.

Ya la borran las torvas estaciones
y estos días de plomo derretido
que atraviesan mis párpados sin sueño.

Gengis Khan

Ay, cuánto pagaría por quitar
las aciagas banderas del amor
así fuese el rescate abrumador
el corazón resuelto a desertar

Corazón covertido por azar
de gorrión fugitivo en ciego azor
a quien una paloma en esplendor
derribara sangrante sobre el mar

Qué me daría aquel por no sentir
enconarse la hierba herida abierta ayer
cuando entregó sus fuerzas al albur

de las rojas espadas y vivir
en la paz que debiera merecer
quien libró más batallas que Timur.

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