Embriagaos
Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la tristona soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj, os contestarán: «¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.»
Ch. Baudelaire, Pequeños poemas en prosa
Como para todo buen poeta, y para todo buen borracho, Baudelaire es algo más que un simple poeta o crítico de arte, es un referente, y por supuesto un dandy y un bohemio, y como tal, gustaba caminar por ese oscuro lado salvaje del París decadente del S. XVIII que la burguesía de la época procuraba esconder. Y en estas fechas navideñas que tan poco me gustan, muchos recurrirán a las máximas de este poema, aunque dejarán de lado la poesía y la virtud. Como es bien sabido por todos, el vino es afrodisiaco (aunque los afrodisiacos son leyendas urbanas) y representante máximo de la elegancia y romanticismo, así pues, después de echarnos unas copitas vamos a entregarnos al éxtasis carnal del sexo, para ello abriremos nuestros chakras con este poema de Tim Leary, que recomienda recitarlo en condiciones lisérgicas, pero como esto lo pueden leer los niños, lo dejaremos por el vino, que es mejor y más saludable.Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la tristona soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj, os contestarán: «¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.»
Ch. Baudelaire, Pequeños poemas en prosa
El chakra del sexo
¿Puedes flotar por el universo de tu cuerpo
sin extraviarte?
¿Puedes yacer tranquilamente
sumido
en la unión escurridiza
de lo masculino y lo femenino?
¿O en la cálida y húmeda danza de la concepción,
extasis interminable de los amantes?
¿Puedes en medio del prado ofrecer tu estambre estremecido
a la penetración eléctrica del polen
y a retorcerte con él en la margen del río,
como la serpentina enrollada,
mientras cantan los pájaros?
¿Y convertirte en dos células fusionadas
que se deslizan la una contra la otra en un abrazo molecular?
Puedes, entre murmullos,
perderlo todo…
Y fundirte
Timothy Leary, Devolucionario psicodélico.
sin extraviarte?
¿Puedes yacer tranquilamente
sumido
en la unión escurridiza
de lo masculino y lo femenino?
¿O en la cálida y húmeda danza de la concepción,
extasis interminable de los amantes?
¿Puedes en medio del prado ofrecer tu estambre estremecido
a la penetración eléctrica del polen
y a retorcerte con él en la margen del río,
como la serpentina enrollada,
mientras cantan los pájaros?
¿Y convertirte en dos células fusionadas
que se deslizan la una contra la otra en un abrazo molecular?
Puedes, entre murmullos,
perderlo todo…
Y fundirte
Timothy Leary, Devolucionario psicodélico.
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