Confesiones en un bar

Mis sienes laten con fuerza, esta noche apenas he podido dormir, mi espalda recuerda cada uno de los muelles del maldito colchón y el sueño me quiebra en pedazos. Trato de escribir algo para mantenerme activo, agarro un bolígrafo que acababa de comprar de los chinos y comienzo a vomitar palabras sin conexión aparente sobre un folio garabateado con direcciones y teléfonos, quizás surja la inspiración en alguna palabra.
Foto del escritor americano Charles Bukowski
En el bar desde el que escribo, un hombre con acento francés le recrimina a la cocinera que el arroz está pasado y que lleva más de tres días cocinado. La cocinera se defiende argumentando que quizás no sea la mejor cocinera del mundo, algo que parece obvio a primera vista, pero jura y perjura que el arroz es de esa mañana, el hombre se mantiene firme, asegura que es cocinero y amenaza con llevarla a sanidad. Yo observo curioso la escena desde la mesa con una cerveza en la mano, estas situaciones siempre son divertidas, me mantengo callado aparentando falsa indiferencia, tratando de ocultar el esbozo de sonrisa que comienza a dibujarse en mi rostro, hay que ser realmente imbécil para entrar a este antro a probar una paella valenciana, pero si encima vienes de fuera, es que ya estás en un nivel de estupidez superior. Al final la cocinera jefe se lo quita de encima como puede, le da un taper lleno de paella para que se lo lleve a sanidad o a quien quiera, y para que ponga todas las denuncias que desee. Yo apuro mi cerveza, todavía no estoy borracho, cierro los ojos un rato y pienso que ser comercial es un trabajo de mierda, que la vida está mal hecha porque viene sin botón para rebobinar, y que el arte ya no se valora tanto como antes. Cuando los vuelvo a abrir me encuentro frente a mi un curioso personaje, es un hombre mayor de pelo canoso y mirada profunda, pasaba los sesenta, el rostro reflejaba los estragos dejados por el alcohol y los excesos, portaba una barba de varios días bastante descuidada, se acercó con paso firme y pronunció una sola frase con voz grave:

Nada muere tan dura y lentamente como un escritor.

Este relato fue escrito en un momento de bajón físico-anímico, momentos en los que hay que dejar salir al lado oscuro que llevamos dentro para que las malas energías queden atrapadas en el papel.

8 comentarios:

  1. Gustoso de haber pasado por aquí. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias hombre, lo mismo digo, para mi cualquier nueva visita y comentario es un orgullo, pues el blogger mundo es más duro de lo que pensaba al principio.
      Abrazos igualmente.

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  2. Hola Poeta, a quien no le pasan eso bajones, pero lo bueno es que al canalizarlos al papel, surgen ideas muchas veces buenas, otras estupendas y otras bestiales jejeje.
    Que tengas un buen fin de semana :)

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    1. Muchas gracias mi querida Alejandra, yo mientras vayan surgiendo ideas me conformo, aunque sean normalitas :D
      Y la verdad es que este fin de semana promete, en casa con gripe y fiebre alta, el deseo de cualquier ser humano. En fin, sacaré mi lado sensible y haré una maratón de pelis de Wong Kar-Way.
      Saludos.

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  3. Puro Bukowski, poeta. Muy bueno. Un abrazo

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    1. Sí, a mí también me lo parece, pero salió así, es lo que tiene dejarse llevar por el lado oscuro.
      Abrazos igualmente.

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  4. ajja colega (por lo de borracho) buen relato nada muere tan dura y lentamente como un escritor o loco digo yo no.. buena frase colega.

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    1. Gracias, espero no desilusionarte, pero la frase no es mía, es de Bukowski, el de la foto, aparecía en un poema suyo. Era la guinda perfecta al relato. Si no lo conoces, léelo, te gustará mucho.

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