Sin aliento

¿Os atreveríais a pasar una noche en un museo egipcio rodeado por sarcófagos y momias?
Este cuento que hoy presento, ha sido escrito por una amiga, Nuria Elisabeth Sánchez Sánchez, y me he ofrecido a publicarlo para darle algo más de difusión, pese a que ya se ha publicado en un libro recopilatorio de cuentos.
Espero que os guste y lo disfrutéis, seguro que a ella le hara ilusión conocer vuestras opiniones. Ahora, tan solo tenéis que abrir la puerta del museo.
puerta de entrada al museo Abu Simbel

Sin aliento

Autora: Nuria Elisabeth Sánchez Sánchez

Agradecimientos a Antonio, mi profesor, a mis compañeros y a todas las personas que habéis confiado en mí y me habéis acompañado en esta aventura de escribir y cumplir mi sueño. Como dicen en una de mis películas favoritas: «Delgada línea separa la coincidencia del destino».

Me acomodo en la silla ante la mesa y observo las pantallas sin prestar mucha atención. La noche va a ser larga. ¿Con quién me tocará compartirla? Me llama la atención un folleto que hay sobre la mesa, lo cojo y comienzo a leerlo. En ese mismo momento se abre la puerta y me sobresalto.
—Adivino que estás deseando ver la nueva exposición de momias —dice jovial mi compañero que entra y cierra la puerta.
—¡Tú siempre tan chistoso, Alex! —Sonrío—. Es lo que tiene trabajar en el Museo de Antigüedades Egipcias, ¿no? —Veo que arquea las cejas divertido—. No puedo negarte que me gusta todo esto.
Observo que posa la mano en la porra y la seriedad envuelve su semblante. Con la otra mano se afloja un poco la corbata y sus ojos azules me penetran.
—Yo tampoco puedo disimular cuando algo me gusta. —Me mira y trago saliva, y mi corazón se acelera al ver que camina hacia mí.

imagen del museo egipcio de Abu Simbel
Alex agarra enérgico la silla como si fuera a apartarla y doy tal respingo que se me cae el folleto. Se sienta y me vuelve a mirar.
—A ver qué se cuece esta noche. Es divertido vigilar si se levanta alguna momia. Recuerda que la de Ramsés movió un brazo en su día.
—No juegues con esas cosas. Me dan respeto.
—¿De verdad te impone, Megan? —Me mira serio.
—Hay cosas que me imponen aún más —le digo sin dejar de mirarlo. Lo veo tragar saliva. Mi corazón comienza a desbocarse cuando observo que se acerca despacio. Una corriente eléctrica me invade al notar el contacto de sus manos sobre las mías. Su boca está a escasos centímetros de mis labios, va a besarme. De repente, empieza a sonar una alarma que nos sobresalta. Alex empieza a mirar con el rostro desencajado las pantallas.
—Viene de la sala donde está Tutankamón.
—¿Puede haber saltado por algo? —le digo aturdida. Veo que se levanta.
—No lo creo.
—No veo que haya nadie en ninguna parte del museo. ¡Qué extraño!
Observo que Alex abre la puerta y camina por el pasillo. Me apresuro a seguirlo. Caminamos con sigilo hacia el ascensor.
—Deberías quedarte y vigilar.
—¡Ni hablar! No pienso dejarte solo. —Me mira enternecido por un instante. Me agarra y me hace entrar en el ascensor.
Subimos a la planta de arriba y comenzamos a caminar deprisa hacia la sala del tesoro. El sonido de la alarma perturba mis oídos. Noto la sangre correr acelerada por mi cuerpo y el pulso parece que mueve mis sienes. Empiezo a sentir un sudor frío cuando entramos en la sala. De repente, la luz se va y nos quedamos a oscuras. Tanteo el espacio en busca de Alex e intento reprimir mis apremiantes ganas de chillar. Siento que me estrecha contra su pecho y noto su respiración agitada. El sonido ensordecedor de la alarma deja de sonar. Se escucha un golpe en el pasillo y me aferro a Alex. De pronto, la luz vuelve. Vemos ante nosotros una vitrina rota junto al sarcófago de Tutankamón. ¡Han robado una estatuilla de oro! Alex echa a correr con la pistola en la mano. Lo sigo lo más rápido que puedo. Veo que baja apresuradamente las escaleras y se adentra en la sala principal de entrada. Agarro mi porra y me aflojo la corbata para respirar mejor. Vuelve a oírse un golpe y me recorre un escalofrío. Mi cuerpo se tensa. Nos adentramos con sigilo muy lentamente como león que caza a su presa. Nos escondemos tras el primer sarcófago. Alex se asoma precavido al siguiente y así una y otra vez repetimos el movimiento hasta llegar casi al final de la estancia. De nuevo un ruido procedente del pasillo de columnatas paralelo a la estancia nos pone en alerta. Alex salta al centro de la sala con el arma empuñada. Su mirada es tan desafiante que me estremezco.
—¡Sal de donde estés o disparo! —grita autoritario.

imagen del sarcófago de Tutankamon
El corazón parece que va a romper mi pecho en mil pedazos. Veo como Alex gira sobre sí mismo sin dejar de empuñar el revólver. De repente, un hombre medio enmascarado sale de detrás de la enorme estatua de Ramsés y se abalanza sobre Alex por la espalda. El impacto hace que la pistola salga disparada al suelo. Ahogo un grito desde mi escondite al ver que tiene un cuchillo en la mano y se lo pone en el cuello. Alex forcejea y consigue zafarse del ladrón. Agarra la porra y la agita amenazante.
—¡No me obligues a usarla! ¡Suelta el cuchillo! —le grita.
El hombre le asesta una patada en el estómago y le hace agacharse. Veo el cuchillo. Trago saliva. El miedo me tiene prisionera y no me deja actuar. Observo cómo Alex se recompone y le atiza con la porra en el costado, pero el hombre no se achanta y lo embiste una vez más. De repente, le asesta un puñetazo a Alex y lo vuelve a agarrar por el cuello. Veo que presiona con fuerza para ahogarlo. ¡No aguanto más! Salto por la barandilla de piedra lo más sigilosamente posible y rodeo la sala hasta colocarme tras la estatua de Ramsés. Sujeto con fuerza la porra y comienzo a acercarme despacio. Los veo forcejear. Presa del pánico y movida por el instinto de proteger a Alex, me armo de valor y, cuando llego junto al ladrón, alzo la porra y golpeo su cabeza con precisión, con la intención de noquearlo. Al momento cae desplomado al suelo. Freno su impacto con mi pie y me apresuro a ponerle las esposas. Alex me mira con una mezcla de ahogo y fascinación. Se agacha, hurga en el pantalón del ladrón y saca la estatuilla de oro. Va a llamar a la policía, pero no lo hace. Avanza hacia mí. Trago saliva.

FIN



foto de Nuria Elísabeth Sánchez Sánchez
Nuria Elísabeth Sánchez Sánchez
Como hemos introducido al principio, mi amiga y autora del relato, Nuria, anda un poco perdida en cuanto a temas de blogs y redes sociales, le gusta compartir las cosas que escribe aunque no tiene muy claro como hacerlo; es probable que en breve cree su blog para conectarse al mundo, por tal razón he querido echarle una mano y que esta publicación sea su bautismo digital para así animarla a introducirse en el mundo bloguero.
Por aportar algún detalle sobre ella, podemos decir que es de Mérida, provincia de Badajoz, es licenciada en lengua y literatura por la UNED y una gran aficionada a la egiptología, con lo que es muy probable que cualquier día nos sorprenda con más relatos ambientados en esta civilización egipcia que resulta tan fascinante y críptica; inclusive para los más expertos antropólogos. La foto del museo ha sido cortesía suya, pues es una instantánea que tomó en su visita al Museo de Abu Simbel, un museo itinerante que reproduce el templo que mandó construir Ramsés II para conmemorar su triunfo en la batalla de Kadesh. Añadimos un enlace a la web del museo para que si os interesa indagar más sobre este peculiar templo, podáis hacerlo pinchando en el enlace Templo Abu Simbel.
Como último deseo para esta entrada, Nuria me ha pedido que publique una foto suya, pues sostiene la teoría de que los autores deben tener rostro, al menos a ella le gusta conocer la cara de quien ha escrito aquello que está leyendo; y quién soy yo para negarme.

4 comentarios:

  1. Hola, acabo de leer el relato y, bueno, no sé si soy quién para hacer comentarios de este tipo, pero ahí voy:

    Creo que el texto se ve un poco lítico, las transiciones resultan abruptas y es un problema porque, evidentemente, se trata de un texto rápido que debe ser ligero. Creo que a veces se puede solucionar con cuidadosos puntos y aparte, y, sé que esto va a resultar curioso: creo que ganaría en agilidad si se introdujeran pequeños detalles, palabras o brevísimas descripciones que ayuden a situarse al lector pero que a la vez respeten la velocidad del texto.
    Ha habido un momento que me ha chocado un poco, pero no sé si es debido a mi ignorancia irreparable, y esto es: ¿es normal que un guardia jurado saque una pistola a las bravas para detener a un ladrón o es una exageración? Si es una exageración, volvemos al problema de las transiciones entre un relato realista y ficticio, por supuesto, tiene solución (la que os he propuesto tal vez valga). Tres cuartos de lo mismo me ha pasado con la tensión sexual no resuelta. Y, que conste, que estoy totalmente a favor de que los autores metan cosas locas en los textos y le obliguen al lector a trabajar un poco y a aceptar llanamente lo que va leyendo, soy fan, no obstante para introducir la dificultad hace falta hacerlo fácil, ufff.... es raro, pero supongo que hay que dar las pinceladas justas (hablando así parece que sé de lo que hablo, ¿eh?).

    Vale, el comentario parece demasiado genérico y tal vez no os ayude, pero si hay dudas o preguntas, podéis avisarme y yo explico lo que pueda.

    Ah, se ha colado una mayúscula peregrina: "Me mira serio.", pero bueno, que se ha colado ahí, poco más.

    La ambientación es interesante y el tema tiene un toque de misterio que se podría dilatar como enganche para el lector, eso siempre funciona.

    ¡Un abrazo a ambos! ^_^

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    Respuestas
    1. Hola Jorge, gracias por comentar, seguro que le hará ilusión saber que alguien "extraño" (¿desconocido mejor?) se ha tomado la molestia real de leer el relato. Todos sabemos que esto de internet es un poco misterio, la única certeza de lectura es que alguíen te comente, como es el caso; si es luego en tu línea analítica, pues entonces estupendo.
      Yo en su momento también le ofrecí mi punto de vista (similar al tuyo). No sé si lo compartía o no, pero sí que me lo agradeció por todo lo que un análisis crítico supone, sea positivo, o negativo. De todas formas mi opinión no tiene nada que ver con que decida publicar el relato o no, tampoco somos nadie como para andar poniendo filtros de calidad, pues entonces tendría que hacer una poda al blog bastante considerable.
      Pues lo dicho, le paso el aviso por si ella quiere aportar algo.
      Saludos.

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    2. Bueno, espero que le ayude en algo. Yo por mi parte me quedo pensando que creo que los seguratas no llevan pistola. Pero, ahora en serio, si hace falta alguna aclaración, concreción o explicación, aquí ando.

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    3. Buenas tardes:

      Soy Nuria Elisabeth Sánchez. Siento no haber podido responderos antes. Agradezco mucho vuestros comentarios. Toda crítica sea positiva o no enriquece. Respeto los gustos de los lectores y me gusta conocer su diversidad, uno tiene que estar al día, no se escribe para uno mismo, sino para un público. He de deciros que este relato ha sido publicado en un libro perteneciente a la Escuela de Escritores de Madrid, en la que yo estudio. Este relato sigue unas técnicas aprendidas en dicha escuela de la mano de grandes profesionales y pasó por dos cribas de editores. Con esto quiero decir, que no se trata de un relato casero que he querido publicar sin más. Tengo que comentaros un par de cosas con las que no estoy de acuerdo.
      Primeramente, en "Me mira serio.”, entiendo que haya podido chocarte, pero no debería. Se trata de un verbo no discendi y como tal tiene que ir en mayúsculas detrás de un guion.
      Aclarar que precisamente yo soy de las que no le gusta meter cosas “locas”. Me gusta documentarme antes de absolutamente todo, incluso del más ínfimo detalle. Me gusta que las cosas que escribo tengan credibilidad y escribo a partir de una serie de bases reales, es cierto, que siempre está bien introducir algunas cosillas ficticias, sino escribir no sería ficción, hay que jugar y saber jugar. Por lo tanto, te aclaro tu duda de los guardias de seguridad. Sí que pueden llevar pistola, pero únicamente pueden usarla en un caso muy especial y concreto porque obviamente podrían dañar cualquier objeto del museo. Os dejo la ley donde figura:

      Por último, debe significarse que el Ministerio de Cultura, por la vía del apartado 2 del repetido artículo 81, solicitó autorización para que los vigilantes de seguridad que prestan servicios en los distintos museos estatales pudieran portar su arma reglamentaria. Dicha autorización fue concedida por Resolución del Director General de la Policía de fecha 1 de diciembre de 1997, cuya parte dispositiva dice textualmente:
      "DISPONGO: Que el servicio de protección pueda realizarse por medio de vigilantes de seguridad provistos del arma de fuego reglamentaria, en todos los MUSEOS ESTATALES, sitos en todo el territorio nacional. La empresa de seguridad deberá responsabilizar a los vigilantes de seguridad que desempeñen el servicio con arma, del uso restringido de ésta, pudiendo usarla solamente en caso de agresión a la vida, integridad física o libertad y atendiendo a criterios de proporcionalidad con el medio utilizado para el ataque. Para la custodia de las armas deberá observarse lo dispuesto en los artículos 25 y 82 del Reglamento de seguridad privada".
      http://www.interior.gob.es/documents/642012/1569807/52750.pdf/bc6017e0-924b-4888-abee-d1ddcfbc4b9f

      Una vez más gracias. Un abrazo.

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