Secundarios marginales.

Decir que el cine desprende magia y que te transporta a un mundo de sensaciones, es soltar una ristra de tópicos manidos hasta la nausea por ciertos que estos puedan ser, que lo son. Muchas vemos cine y sabemos que unas cintas nos gustan más que otras, pero quizás no sepamos tanto explicar el porqué, nos valemos de sensaciones, de lo que nos ha movido por dentro, pero no somos capaces de despiezarla, de apreciar el trabajo del director, la fotografía, la música, el vestuario, etc., como elementos de valor artístico, a veces estos son invisibles y no destacan, existen, hacen que todo fluya de una manera tan natural que resulte impensable algo diferente a los ojos de un no entendido, por lo que al final nos fijamos en los actores como parte más expuesta de cualquier obra. Pero resulta que hay otras ocasiones en las que ese trabajo que tantas veces se hace invisible al gran ojo cobra vida y se muestra sobre la hierba en todo su esplendor, planos, vestuario, música, iluminación, montaje, todo, todo se vuelve visible, lo cual, como todo en la vida, es bueno si se hace bien, y es horrible si se hace mal.
Todos nos hemos enamorado de algún personaje que nos haya marcado, la mítica Gloria Swanson sobre la escalera de su mansión en Sunset Boulevard, Robert Mitchum en La noche del cazador, Marlon Brando y su Padrino, o Robert de Niro persiguiendo la suciedad neoyorkina desde su taxi y mirándose frente a un espejo, por citar solo unos pocos bien conocidos, estos personajes suelen ir escoltados por otros de corte más secundario pero que aún gozan de cierto protagonismo, y todavía existe una tercera clasificación a la que yo he querido llamar secundarios marginales, que aportan poco a la trama pero son capaces de permanecer en la retina durante los siglos de los siglos, y eso se consigue cuando el director dice hoy voy a ser yo el protagonista, pero mejor veamos un ejemplo:
Si recordamos un poco la peli de El Gran Lebowsky, podríamos decir que realmente el personaje de Jesus aporta más bien poco a la trama, más bien es irrelevante, pero entonces cómo puede ser mundialmente recordado y reflejado en infinidad de camisetas convirtiéndose en alguien incluso más popular que el propio protagonista, pues hay están los Cohen para dar su toque personal, yo pienso que para crear semejante personaje tienes que haber estado antes de cervezas, sí no, es imposible; el tiempo total en pantalla de Jesus probablemente no exceda los cinco minutos, pero la manera de introducirlo es simplemente una lección magistral de cine, la imagen en "slow motion", marcando a planos detalle cada gesto, cada movimiento, cada paso del proceso litúrgico que precede a una tirada de bolos, un acto que en la historia, y en la escena, es prácticamente un acto sacramental, para terminar abriendo a un plano general donde nos muestran el baile a lo Muhamed Ali, baila como una mariposa y pica como una abeja y su mirada desafiante tras conseguir un pleno, siempre a ritmo del Hotel California de los Gypsy Kings que ya comienza a oírse desde la escena anterior, que a su vez genera un efecto de contraste entre la rumba, siempre de ritmo alegre y bailable, y el desfile de miradas en un lento travelling de primeros planos de los personajes, que observan atentamente a Jesus manteniéndoles la mirada para no dejarse intimidar por su próximo rival en las semis del torneo.
Imagen de Jesus Quintana, personaje de El gran Lewosky, en la bolera
Todo en el personaje está cuidado para causar impacto, su vestimenta, la perilla, la malla en el pelo, ese acento portorriqueño que te habla en "spanglish", la mirada amenazadora, y sobre todo su personalidad, pues se trata de un pederasta exhibicionista detenido por exhibirse ante un niño de ocho años, por eso y porque John Turturro siempre había sido un tipo más o menos serio, y verlo de esa guisa pues impacta. La secuencia de la bolera sigue con la explicación del personaje que acabo de comentar y con el desarrollo de la trama principal vía diálogo entre el Nota y su amigo Walter, otro personaje muy especial, y alguna breve apostilla de Donny, pero entre medio volvemos a ver a Jesus lustrando la bola de un modo bastante peculiar, un punto más para los directores, escena innecesaria pero que aporta un montón de simbolismo y refuerza la iconografía de un personaje; y finalmente llegamos al final de la secuencia de la bolera escuchando hablar al personaje, y su let me tell you something pendejo, con su plano picado para mostrar toda la chulería de matón de barrio que destila. El propio Turturro comentó en una entrevista que le dieron total libertad para desarrollar al personaje, que no se sentía trabajando, para él era estar con unos colegas, por tanto daba igual lo que hiciera porque no lo iban a despedir al día siguiente, pero cuando vio el montaje y lo que habían incluido, no pudo menos que sofocarse pensando: 'Dios mío, ése soy yo'.
En general, toda la historia está magistralmente rodada, con planos totalmente marcados que reflejan el absurdo de la historia, lo bizarro del mundo Lebowsky, y de unos cuidados, aunque no menos bizarros, personajes de esos que hacen época.
Es muy difícil crear personajes, y más crear iconos, pero crear iconos que apenas participan en la película lo es más si cabe y está al alcance de muy pocos. En próximos post seguiremos hablando de este tema y traeremos otros personajes emblemáticos con roles ultrasecundarios.

Enlace a la segunda entrada de la serie

3 comentarios:

  1. Una de mis pelis favoritas, las aventuras de The Dude. Un artículo muy interesante, saludos.

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    1. Hola Luis, muchas gracias por comentar, me alegra que te haya gustado, te confieso que aún estoy algo verde con el tema de customización bloggera, y no me di cuenta de tu comentario hasta pasado un par de días, lo que a su vez me llevó a acordarme de que no había arreglado el tema de los comentarios. En fin...seguiremos en la lucha.

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  2. Gran artículo, El gran Lebowsky da para tanto...

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