Diseccionando Rabbits

póster de Rabbits, película de David Lynch
Rabbits no es una película, ni tampoco es un medio metraje, sus cuarenta y cinco minutos son, en verdad, un experimento, un experimento que consiste en coger los elementos que componen un discurso dramático y mezclarlos aleatoriamente, bueno, no tan aleatoriamente, pues tienen una finalidad.
En la Grecia clásica, Aristóteles, en su Poética, nos habló de que el arte tenía que ser verosímil, y que era preferible lo imposible verosímil a lo posible pero inverosímil. Este axioma, fundamental en la teoría aristotélica del arte, tiene como objetivo, aparte del decoro lingüístico, la coherencia, la lógica, la adecuada estructuración para que nuestro cerebro sea capaz de asimilar los estímulos sin que se produzcan asonancias: elementos que están fuera de lugar y que producen ruido, es decir, entorpecen el objetivo final de la obra: su comprensión.
Pues bien, entrando en detalle de la obra, no aparecerán "arruinadores de argumento" sencillamente porque Rabbits carece de argumento; nos hallamos en el periodo entre Mullholand Drive e Inland Empire, parte de las escenas aparecerán después en esta última, por lo que si la habéis visto, ya sabréis que la película es un festival onanístico del ego de Lynch; de Mullholand Drive aún se podría derivar un análisis global de cierta coherencia, pero en Rabbits eso ya desaparece, podemos pensar en una metáfora sobre lo que sienten las cobayas mientras están en una jaula esperando que les llegue el turno de ser partícipes en el experimento. Esta teoría es interesante, pues nos encontraríamos con los dos planos experimentales: el ficticio, propiciado por la trama; y el real, producido por el propio director. Sin embargo, esa teoría no parece sustentarse bajo ningún pilar diferente que el de crear en nuestro cerebro una sensación de confort la cual nos permita seguir adelante, pensar que todo tiene una explicación, y de esa manera no sentirnos a su vez como las propias cobayas del film. Por tanto, cuando la ciencia nos falla, cuando lo real no tiene sentido, tanto solo nos queda la fe, la fantasía y la imaginación, o dicho de una manera más directa, Rabbits no tiene ni pies ni cabeza, pero es una genialidad, una excelente guía sobre cómo se construyen los discursos y lo que esperamos oír, ver, o leer, en cada momento. Un género nace cuando alguien crea algo y los demás lo siguen, se convierten en epígonos, y por tanto lo podemos identificar como género tomando como base ciertos parámetros que se repiten con asiduidad en tal tipo de obras, y como esos parámetros son volubles y se pueden manifestar en otros lugares no esperados, pues la clasificación por géneros nos supone cierta desazón, ya que no siempre es fácil definir el hecho artístico. Y antes de profundizar más en la obra, os invito a verla en el vídeo de abajo.
En Rabbits sucede precisamente eso: lo primero que vemos son dos conejos gigantes, Naomi Watts y Laura Helena Harrings, a los que en breve se unirá un tercer conejo gigante del que hablaremos después, en un cuarto en el que apenas hay un sofá, una planchadora, y una ventana; se rueda en plano secuencia con cámara fija, solo alterado por un cambio de iluminación en momentos puntuales en los que la pantalla se queda roja. Lo segundo que apreciamos es lentitud de movimientos, y lentitud al habla, no de manera exagerada e irreal, pero si marcando mucho la pronunciación, como cuando hablamos a un extranjero que no domina nuestro idioma; lo tercero que nos llama la atención son unos diálogos que parecen no tener una relación directa, son deslabazados, preguntas sin sentido con respuestas que no tienen nada que ver; se ha especulado con la posibilidad de que sí exista una continuidad y por tanto aporte una función narrativa concreta, simplemente lo que sucede es que los han recortado y luego los han colocado al azar por la obra; sin embargo, nuevamente dudo mucho de esa teoría.

— Pienso averiguarlo algún día.
— ¿Cuándo vas a decirlo?
— ¿Ha llamado alguien?
— ¿Qué hora es?
— Tengo un secreto.
— No ha habido llamadas hoy.
Como podéis ver, no guardan mucha relación; me recuerdan bastante a La cantante calva de Ionesco, cuando el matrimonio, muy ingleses los dos, conversan entre ellos como cualquier matrimonio.
Dentro del género audiovisual, otro elemento fundamental es la música diegética, es decir, la que nos aporta información narrativa que no está directamente expresada por lo dramático, que es ajena a la propia historia. La música supone un refuerzo de las imágenes que vemos en pantalla, nos ayudan a introducirnos en ella, nos genera alegría, drama, tensión, miedo, etc., en función de las sensaciones que las imágenes pretendan transmitir, una misma escena, con músicas diferentes, puede causar un efecto opuesto en el espectador. Los sonidos están asociados al cerebro, un sonido nos puede dar placer, alegría o llanto, y eso está muy estudiado por la psicología (y por la publicidad); mi sobrino de dos años, cuando jugamos con el piano de casa, nunca le gusta que toquemos las teclas más graves, le producen una sensación desagradable: lo grave genera tensión, miedo. Así que la música es el primer gran elemento con el que juega Lynch para desconcertarte; recordad primero la música de inicio de Twin Peaks, es preciosa, pero alberga algo extraño; la de Rabbits es una especie de música industrial, muy ruidista, sin apenas seguir un patrón melódico, son como ráfagas, como aire resonando por tuberías vacías; muy desasosegante.
imagen de Rabbits cuando aparece le conejo con luces
Recapitulemos, tenemos tres conejos gigantes sentados en un sofá manteniendo diálogos inconexos que generan cierta desazón, precisamente por ser inconexos, sobre un fondo musical bastante desconcertante. Si esta ruptura de reglas no fuera suficiente, vamos a analizar la última y más obvia ruptura, la más desconcertante, la que hemos introducido antes al mencionar al tercer conejo, el conejo macho, los otros dos conejos llevan bata de andar por casa de color rosa, el otro lleva traje; esto me ha llevado a pensar, pues la decoración de la sala es algo años cincuenta o sesenta, en cierto sexismo o preponderancia masculina en cuanto que el hombre con traje es el que aporta el trabajo y las otras son amas de casa que planchan la ropa y ven la tele, pero dudo de que tenga esa intención.
Las “sit-com” americanas se caracterizan por el uso de risas artificiales para remarcar momentos especialmente cómicos según los criterios de la productora (o de quién se encargue, que la verdad es que no lo sé), ahora imaginad que a la famosa escena de la ducha de Psicosis le ponemos risas enlatadas, pensaríamos todos: “qué puñetas es esto”, y lo haríamos con razón; pues justo esto es lo que hace David Lynch con el tercer conejo, tratarlo como un personaje de “sit-com”, es el único personaje que entra y sale del cuarto, y siempre que entra por la puerta, se queda parado unos segundos mientras se oyen las risas y la ovación del público, al igual que cuando aparecen ciertos personajes en las comedias americanas. Estas pregrabadas serán utilizadas en otros momentos puntuales con la misma intención: molestar al espectador. Risas enlatadas en un ambiente tenso, misterioso, con conejos gigantes en bata y traje encerrados en un cuarto con un sofá manteniendo conversaciones inconexas. Ese es el grueso de Rabbits, su efecto y su misión: molestar. Lynch ha creado Rabbits para decirte que él es quién maneja los hilos, que él tiene plena potestad para saltarse todas las reglas cinematográficas y crear algo diferente.
En los sesenta Godard también empezó a romper esquemas narrativos con su Al final de la escapada donde vemos ciertos planos poco usuales, vemos como no se respeta el espacio, o el actor se dirige directamente a cámara, luego Godard parece que siguió experimentando hasta convertirse en algo insufrible para muchos, pero como no conozco la obra del director francés más allá de dos o tres obras, y de las primeras, pues no entraré en ese tema. Rashomon de Kurosawa también es otro ejemplo previo de la ruptura de reglas a través del montaje.
imagen de Rabbits de David Lynch con los conejos gigantes sentados en el sofa
Lo que sí está claro es que la imaginación de Lynch no tiene límites, ya lo hemos visto y lo seguimos viendo con su nueva temporada de Twin Peaks (a la que también hay que darle de comer aparte), él no acepta reglas, por eso dice que no volverá a hacer cine, y Rabbits, y posteriormente, Inland Empire, son muestras de esa rebeldía de alguien que tú tienes que calificar de genio o de pedante.
Hablaremos para terminar del último elemento de la obra, el cambio de iluminación a un humo rojo, en el cual aparece uno de los conejos hembra con dos linternas en las manos, la voz de algo así como una proyección que parece un león o la cabeza de otro conejo, se escucha distorsionada, pero lo que uno piensa es que es un extraterrestre o un elemento ajeno al mundo natural de esos conejos, lo que dice es ininteligible y por tanto no podemos saber más que lo que ya sabíamos antes de su aparición, tan solo nos sirve para generar más misterio, más desconcierto, o más malestar; a cada uno lo suyo. Esta aparición puede reforzar la teoría de la jaula y que esas luces metaforicen al científico que abre la jaula para extraer a un conejo, es posible, con Lynch todo es posible, pero en cualquier caso siempre se mantienen los tres conejos en escena, aunque a veces uno salga y vuelva en un rato.
Hasta aquí esta disección de Rabbits, pienso que es una obra que hay que ver para darnos cuenta de cómo los recursos que normalmente nos pasan desapercibidos, aquí cobran una importancia inusitada.
Por supuesto, esta teoría de que no existen teorías y de que es todo un juego, no es más que otra teoría, si se me permite el juego de redundancias, lo mejor es que cada uno saque sus conclusiones.
Y como es imposible hablar de conejos gigantes y no mencionar a Donnie Darko, pues lo mencionamos y os decimos, hasta la próxima.

2 comentarios:

  1. e visto el corto y lo he disfrutado muchísimo por dos razones: la primera, porque quería verlo hace ya tiempo, y la segunda, porque me ha hecho pensar en Cabeza Borradora, que no me gustó nada y que igual tengo que ver de nuevo, ahora que tengo la experiencia de haber visto Twin Peaks (aún no me he puesto con la tercera temporada) y Conejitos.
    El comentario parece complejo e intuyo que tenemos una serie de clichés desarmados y técnica sobre la mesa con la que jugar, por otro lado no me atrevería a darle un sentido: tal vez sea este sinsentido tan obvio lo que se buscaba, a fin de cuentas, está lleno de emociones y ritmo y de esa necesidad de seguir contemplando la pantalla.
    Un gustazo, muchas gracias.
    ¡Un abrazote! 😊

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    Respuestas
    1. Gracias Jorge, siempre es un gusto verte por las entradas más "raras".
      Cabeza borradora es que no la he visto, busqué por Youtube, pero no la encontré, a ver si me animo y me apunto a Filmin que tienen cosas muy chulas (Wuaki es una castaña).
      De la tercera temporada de Twin Peaks te diré que liberes tu mente y te dejes llevar, es impresionante la capacidad de este hombre de crear atmósferas, escenarios, composiciones, etc., luego igual lo odias porque solo piensa en él mismo, pero simple como espectáculo visual es impresionante.
      Como sé que te gustan las bizarradas, hace tiempo hablé de la peli de Arrabal titulada Cementerio de automóviles, libre adaptación de su obra, esta vez un poco más "biblificada", te dejo el enlace por si quieres curiosear. De hecho tengo en mente hablar en breve de otra peli de esas raras.
      http://bit.ly/2bFVcg5
      Un abrazo a ti también.

      PD: y gracias por lo otro, que es esto.

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